Parece que todo lo que lleva detrás la palabra colectivo nos chirría. Es lógico ya que la hegemonía de pensamiento, que surgió a raíz de la batalla ideológica de la Guerra Fría, nos ha volcado hacía un individualismo fundamentado en las costumbres. <<Que el ser humano sea un animal de costumbres>>, implica mucho más que lo que la frase, a priori, nos pueda dar a entender. Tomada de una manera más sencilla, casi literal, se acerca bastante más a ese animal que nunca dejamos de ser.
La comunicación a gran escala del mensaje de que cada uno de nosotros supone un espécimen único cuya supervivencia es indispensable, ha creado una falsa realidad en nuestro imaginario colectivo, la de que como seres únicos actuamos libres. Pero lo cierto es, que aunque no seamos conscientes de los extremos a los que se puede llegar, fruto de la identidad colectiva, hay numerosos ejemplos en la historia -algunos muy lejanos y otros alarmantemente cercanos- de que este aspecto es determinante a la hora del feedback que se produce en los aparatos políticos, sociales y económicos.
En lo referente a la guerra, la identidad colectiva ha resultado alterable, incluso en los momentos de mayor fortaleza de los sistemas políticos, ha provisto a gran numero de personas de aptitudes épicas. Los Espartanos de la antigua Grecia se enfrentaron al ejército persa, muy en parte gracias a la organización sociopolítica nacida de su fuerte identidad colectiva. La identidad colectiva de los protestantes emergentes en el siglo XIV, que se asentó durante el XV, llevo a uno de los países más fuertes del mundo en aquel momento a una Guerra Civil. En 1933, Adolf Hitler tomó posesión del cargo Canciller Imperial, tras haber impactado con éxito en una sociedad que lo hizo parte de su identidad colectiva. En la Segunda Batalla de Indochina, también llamada la Guerra de Vietnam en 1964, Estados Unidos encontró su primera derrota ante una sociedad pobre con una enorme identidad colectiva , la del bloque comunista.
Independientemente del tamaño, una fuerte identidad colectiva puede suponer incluso una unidad militar más, o si buscamos la traducción a la actuación individual, puede convertirse en la voluntad esencial necesaria que rete y venza a la voluntad racional, enriqueciendo por lo menos la historia.
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Tania Martínez-Raposo Martín
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